Estatua de Juan Santos Atahualpa en la Plaza de Armas de Atalaya, región Ucayali. También estan representados una mujer ashaninca y su hijo. Foto: Hello Pucallpa
A mí también me sorprendió que en las tradiciones ashánincas de la selva central se afirme que el famoso líder rebelde Juan Santos Atahualpa (siglo XVIII) tuvo una mujer nativa y un hijo, a quien se le recuerda como "Josecito". Más sobre su historia podemos leer en el artículo publicado ayer por el historiador Manuel Burga en La República, y sobre todo en el nuevo libro El poder libre asháninca de Pablo Macera y Enrique Casanto.
Del artículo de Burga extraigo una de las partes más interesante:
Las tradiciones que Casanto nos transmite tienen que ver con esa mítica rebelión de Juan Santos Atahualpa, entre los años 1742 y 1752, que conmovió la Selva Central y que dejó poblaciones movilizadas hasta casi fines del siglo XVIII. Stefano Varese estudió detalladamente esta rebelión en un ejemplar libro de etnohistoria de 1968, La sal de los cerros (una aproximación al mundo campa), donde describe casi todo lo que se sabe de este levantamiento. Juan Santos Atahualpa, un quechua cusqueño, educado por jesuitas, que viajó mucho, tomó conciencia de la situación colonial, se “iluminó”, se declaró descendiente de los incas, penetró en la selva, tomó una mujer asháninca y se levantó con un mensaje de salvación y esperanza. El paradójico logro de esta sublevación fue preservar el aislamiento asháninca hasta el siglo XIX, en que la República pudo más que el Virreinato, por esa ilusión tan razonable de una patria común.
Todo esto ya lo sabíamos y lo sabíamos muy bien, pero lo que ahora sorprende es que de la mano de Casanto, gracias a la curiosidad de su interlocutor, ingresamos a una vigorosa memoria asháninca donde aún vive Juan Santos Atahualpa. Más aún, los cien guerreros míticos que le dieron apoyo, luchando juntos, como muestra de esa momentánea integración étnica de la Selva Central. Guerreros que se metamorfoseaban en plantas, animales, para vivir transparentemente. Pero lo que más asombra es que nos habla por primera vez de Josecito, el hijo del jefe rebelde, el tullido que sobrevivió a la guerra, escondido a veces, pero ejerciendo un liderazgo casi religioso. ¿Quién es este personaje denominado hijo del gran jefe rebelde? ¿Una ilusión del pueblo asháninca que lo acompaña desde entonces? Continúa aquí >>
Del artículo de Burga extraigo una de las partes más interesante:
Las tradiciones que Casanto nos transmite tienen que ver con esa mítica rebelión de Juan Santos Atahualpa, entre los años 1742 y 1752, que conmovió la Selva Central y que dejó poblaciones movilizadas hasta casi fines del siglo XVIII. Stefano Varese estudió detalladamente esta rebelión en un ejemplar libro de etnohistoria de 1968, La sal de los cerros (una aproximación al mundo campa), donde describe casi todo lo que se sabe de este levantamiento. Juan Santos Atahualpa, un quechua cusqueño, educado por jesuitas, que viajó mucho, tomó conciencia de la situación colonial, se “iluminó”, se declaró descendiente de los incas, penetró en la selva, tomó una mujer asháninca y se levantó con un mensaje de salvación y esperanza. El paradójico logro de esta sublevación fue preservar el aislamiento asháninca hasta el siglo XIX, en que la República pudo más que el Virreinato, por esa ilusión tan razonable de una patria común.
Todo esto ya lo sabíamos y lo sabíamos muy bien, pero lo que ahora sorprende es que de la mano de Casanto, gracias a la curiosidad de su interlocutor, ingresamos a una vigorosa memoria asháninca donde aún vive Juan Santos Atahualpa. Más aún, los cien guerreros míticos que le dieron apoyo, luchando juntos, como muestra de esa momentánea integración étnica de la Selva Central. Guerreros que se metamorfoseaban en plantas, animales, para vivir transparentemente. Pero lo que más asombra es que nos habla por primera vez de Josecito, el hijo del jefe rebelde, el tullido que sobrevivió a la guerra, escondido a veces, pero ejerciendo un liderazgo casi religioso. ¿Quién es este personaje denominado hijo del gran jefe rebelde? ¿Una ilusión del pueblo asháninca que lo acompaña desde entonces? Continúa aquí >>