Francisco Pizarro en una pintura del peruano Daniel Hernández.
El Segundo Viaje de Francisco Pizarro
Texto: Freddy Gómez (Continuación)
El Segundo Viaje de Francisco Pizarro
Texto: Freddy Gómez (Continuación)
En la entrada sobre el inicio del Segundo Viaje nos quedamos en que, estando en el río San Juan, Francisco Pizarro envió a Diego de Almagro por refuerzos a Panamá, y a Bartolomé Ruiz para explorar más al sur. Era setiembre de 1526, cuando Almagro llegó a Panamá y supo que había un nuevo gobernador. Se trataba del cordobés Pedro de los Ríos, quien mantuvo la licencia de la Compañía del Levante, lo que le permitió a Almagro reclutar 40 soldados, juntar provisiones y embarcarse hacia el río San Juan en enero de 1827.
Mientras tanto, el piloto Bartolomé Ruiz descubrió la Isla del Gallo, la Bahía de San Mateo y el litoral de Coaque. Al cruzar la línea ecuatorial se encontró con una gran balsa tripulada por indígenas comerciantes de Tumbes, ciudad del Imperio de los Incas. Los indios tenían hermosos vestidos y llevaban variadas mercancías, como ropas, cántaros y piedras preciosas. Los españoles lograron capturar a tres de los nativos, para convertirlos en “lenguas” o traductores. Uno de ellos era el hoy famoso “Felipillo”. Ruiz ordenó el retorno hacia el río San Juan.
En la desembocadura del río San Juan, Almagro y Ruiz se reunieron con Francisco Pizarro, quien ordenó zarpar con rumbo a la Isla del Gallo. De aquí pasaron a la boca del río Santiago, para después pasar a la bahía de San Mateo. Desembarcaron y empezaron explorar en su interior. Era comienzos de mayo de 1827 cuando llegaron a un gran pueblo indígena de más de mil viviendas, que los cronistas llaman Atacámes (en el noroeste de Ecuador). Cuando caminaban hacia la plaza, los hispanos fueron atacados por tres mil indios, pero se salvaron por los disparos de arcabuz que pusieron en fuga a los nativos. Al capturar el pueblo, saquearon sus depósitos de alimentos y poco después retornaron hacia la costa, para luego regresar a la Isla del Gallo (suroeste de Colombia).
Estando en la Isla del Gallo se agotaron las provisiones y los soldados cansados y descontentos comenzaron a pedir el retorno a Panamá. Para tranquilizarlos, Pizarro envió a Almagro por comida y refuerzos. Aprovechó para enviar regalos al gobernador Pedro de los Ríos y su esposa. El soldado apellidado Saravia logró colocar entre los regalos un papel con una copla que decía: “A Señor Gobernador, miradlo bien por entero, allá va el recogedor y acá queda el carnicero”. Al leerlo, el Gobernador presumió el sufrimiento de los soldados y envió un barco con Juan de Tafur para recogerlos.
Era agosto de 1527 cuando Tafur llegó a la Isla del Gallo. Al desembarcar informó su misión, causando infinita alegría en la mayoría de los 90 hambrientos soldados. Pero Pizarro se puso muy triste, y antes de que todos se embarquen les habló de las riquezas fabulosas que los esperaban más al sur y de la miseria que les aguardaba en Panamá. Entonces sacó su espada y trazó una raya en la arena planteando la disyuntiva: "Al norte, a Panamá, a ser pobres; o al sur, al Perú, para ser ricos". Él cruzó la línea y solo lo siguieron 13 ambiciosos y valientes cristianos. Para el resto la pesadilla había terminado y respiraban aliviados. Tafur ofreció a Pizarro y los “Trece de la Fama” trasladarlos a un lugar más seguro y los llevó a la pequeña Isla de la Gorgona. Aquí vivieron dos meses, entre boas y mosquitos, hasta que por fin apareció un barco con Diego de Almagro y los refuerzos que tanto estaban esperando. Continúa aquí >>
Mientras tanto, el piloto Bartolomé Ruiz descubrió la Isla del Gallo, la Bahía de San Mateo y el litoral de Coaque. Al cruzar la línea ecuatorial se encontró con una gran balsa tripulada por indígenas comerciantes de Tumbes, ciudad del Imperio de los Incas. Los indios tenían hermosos vestidos y llevaban variadas mercancías, como ropas, cántaros y piedras preciosas. Los españoles lograron capturar a tres de los nativos, para convertirlos en “lenguas” o traductores. Uno de ellos era el hoy famoso “Felipillo”. Ruiz ordenó el retorno hacia el río San Juan.
En la desembocadura del río San Juan, Almagro y Ruiz se reunieron con Francisco Pizarro, quien ordenó zarpar con rumbo a la Isla del Gallo. De aquí pasaron a la boca del río Santiago, para después pasar a la bahía de San Mateo. Desembarcaron y empezaron explorar en su interior. Era comienzos de mayo de 1827 cuando llegaron a un gran pueblo indígena de más de mil viviendas, que los cronistas llaman Atacámes (en el noroeste de Ecuador). Cuando caminaban hacia la plaza, los hispanos fueron atacados por tres mil indios, pero se salvaron por los disparos de arcabuz que pusieron en fuga a los nativos. Al capturar el pueblo, saquearon sus depósitos de alimentos y poco después retornaron hacia la costa, para luego regresar a la Isla del Gallo (suroeste de Colombia).
Estando en la Isla del Gallo se agotaron las provisiones y los soldados cansados y descontentos comenzaron a pedir el retorno a Panamá. Para tranquilizarlos, Pizarro envió a Almagro por comida y refuerzos. Aprovechó para enviar regalos al gobernador Pedro de los Ríos y su esposa. El soldado apellidado Saravia logró colocar entre los regalos un papel con una copla que decía: “A Señor Gobernador, miradlo bien por entero, allá va el recogedor y acá queda el carnicero”. Al leerlo, el Gobernador presumió el sufrimiento de los soldados y envió un barco con Juan de Tafur para recogerlos.
Era agosto de 1527 cuando Tafur llegó a la Isla del Gallo. Al desembarcar informó su misión, causando infinita alegría en la mayoría de los 90 hambrientos soldados. Pero Pizarro se puso muy triste, y antes de que todos se embarquen les habló de las riquezas fabulosas que los esperaban más al sur y de la miseria que les aguardaba en Panamá. Entonces sacó su espada y trazó una raya en la arena planteando la disyuntiva: "Al norte, a Panamá, a ser pobres; o al sur, al Perú, para ser ricos". Él cruzó la línea y solo lo siguieron 13 ambiciosos y valientes cristianos. Para el resto la pesadilla había terminado y respiraban aliviados. Tafur ofreció a Pizarro y los “Trece de la Fama” trasladarlos a un lugar más seguro y los llevó a la pequeña Isla de la Gorgona. Aquí vivieron dos meses, entre boas y mosquitos, hasta que por fin apareció un barco con Diego de Almagro y los refuerzos que tanto estaban esperando. Continúa aquí >>