En la revista "Domingo" del diario La República el historiador y periodista Renzo Babilonia publicó la entrevista que concedió el almirante chileno Patricio Lynch el 13 de agosto de 1883, un mes después de la última batalla de Huamachuco y cuando aún se negociaba la firma de la paz con el Presidente Regenerador del Perú, Miguel Iglesias.
El documento, originalmente publicado en el New York Herald, es muy valioso pues nos muestra cómo Patricio Lynch, el militar chileno de más triste recuerdo para los peruanos, intenta justificar la larga ocupación de nuestra patria, los abusivos cupos de guerra y la mutilación del territorio nacional. Además confiesa la entrega de armas y dinero al presidente Iglesias, quien aceptó el Tratado de Ancón con la cesión perpetua de Tarapacá.
A continuación seleccionamos algunos párrafos de la interesante entrevista; las palabras de Lynch hasta hoy son difundidas por muchos chilenos como su versión oficial de la guerra de 1879-1883:
Sobre los cupos chilenos en la ocupación
A primera vista, las fuertes contribuciones que han sido colectadas, así como los cupos que han sido exigidos, en ciertos círculos, pueden ser considerados, lo confieso, como crueles o injustos; pero hay que tener presente que, tuvieron un doble objeto: primero, obligar a los peruanos a que vuelvan en sí y que traten sobre la paz de un modo serio; y segundo para ayudar a nuestros fuertes gastos y evitarnos la necesidad de aumentar después nuestros reclamos en los futuros arreglos con el Perú. Nuestro objetivo ha sido siempre una pronta paz y en las condiciones más suaves de las que corresponden a nuestras victorias y sacrificios.
Sobre la mutilación del Perú
La triste condición financiera del Perú, su no cumplimiento de contratos con sus acreedores mucho antes de la guerra y su consiguiente descrédito, hacían que todo proyecto de indemnización a Chile que no fuera basado sobre una cesión de territorio, no fueran sino palabras vanas. Por consiguiente, mientras el Perú declaraba que no estipularía una cesión de territorio, tal declaración cerraba prácticamente la única salida posible para un arreglo: incluía el abandono de toda idea de paz.
El Almirante añadió: Chile, en las condiciones que exigía, no hacía más que seguir los antecedentes de los Estados Unidos en sus arreglos con Méjico hace 35 años y con el antecedente más reciente, el de Alemania respecto a Francia.
Sobre la ayuda y protección a Miguel Iglesias
Entonces el Almirante continuó con mucho énfasis: Al fin un valiente militar y un patriota bien intencionado, el general Iglesias, se ha presentado para redimir su país. Le damos toda clase de auxilios; le damos dinero y armas; derrotamos a sus enemigos y le damos prestigio. ¿Con qué objeto? Para que pueda venir la paz.
Después añadió: Hemos evacuado el Norte del Perú; hemos dado al gobierno de Iglesias la valiosa Aduana de Salaverry (puerto de Trujillo) y sólo por razones de humanidad no sacamos a nuestras tropas de otros muchos lugares porque las poblaciones quedarían saqueadas sin piedad por merodeadores peruanos, si las evacuáramos.