Túpac Amaru I. |
Túpac Amaru I su esposa e hijos fueron tomados prisioneros por el capitán Martín García de Loyola a fines de julio de 1572. Llegaron al Cusco el 21 de setiembre de 1572, junto a un rico botín tomado por los españoles en la ciudad de Vilcabamba. Uno de los tesoros era el “Punchao”, ídolo de oro con forma de un niño que representaba al dios Sol al amanecer.
El Sapa Inca ingresó a la antigua Capital del Tahuantinsuyo con una cadena de oro en el cuello, que era tirada por su captor García de Loyola. Recluido en el Palacio de Colcampata, fue sometido a un juicio sumario que terminó con su sentencia de muerte bajo los cargos de rebelión y traición a la Corona española.
El 23 de setiembre de 1572, Túpac Amaru fue llevado montado en una mula a la Plaza de Armas de Cusco, donde se congregó una multitud de indígenas para despedirse del último Hijo del Sol. Cuando el Sapa Inca subió al cadalso, el murmullo de los indios se convirtió en un sobrecogedor griterío clamando por su vida. Entonces alzó el brazo derecho, llevó su mano al oído y lo bajó lentamente. El cronista Martín de Murúa cuenta que al instante se acabó la “grita y vocerío” demostrándose así “la obediencia, temor y respeto que los indios tenían a sus incas y señores”.
El último deseo del Sapa Inca fue despedirse de sus hijos. El virrey Francisco de Toledo permitió que los niños suban al tabladillo y abracen por última vez a su padre. Luego subió un indio cañarí que se encargó de la decapitación. A continuación fueron castigados varios de los capitanes incaicos que lucharon en la resistencia de Vilcabamba: Wallpa Yupanqui fue decapitado, Qori Páucar fue ahorcado, y a Kolla Túpac y Paucar Unya se les cortaron las manos.
A los funerales del Sapa Inca realizados en la Catedral del Cusco asistió el virrey Toledo vestido de luto. El cuerpo fue enterrado en la Iglesia de Santo Domingo, pero la cabeza fue exhibida algunos días en una picota de la Plaza de Armas. Los indios aprovecharon para venerarla hasta que una noche la testa desapareció. Entonces nació el Mito de Inkarri. Muchos indios quisieron creer que la cabeza del Rey Inca seguía con vida y que oculta en algún lugar del Cusco regeneraría todo su cuerpo para algún día retornar y restaurar su reino. Aún hoy en algunos lugares del Perú se le sigue esperando.
El Sapa Inca ingresó a la antigua Capital del Tahuantinsuyo con una cadena de oro en el cuello, que era tirada por su captor García de Loyola. Recluido en el Palacio de Colcampata, fue sometido a un juicio sumario que terminó con su sentencia de muerte bajo los cargos de rebelión y traición a la Corona española.
El 23 de setiembre de 1572, Túpac Amaru fue llevado montado en una mula a la Plaza de Armas de Cusco, donde se congregó una multitud de indígenas para despedirse del último Hijo del Sol. Cuando el Sapa Inca subió al cadalso, el murmullo de los indios se convirtió en un sobrecogedor griterío clamando por su vida. Entonces alzó el brazo derecho, llevó su mano al oído y lo bajó lentamente. El cronista Martín de Murúa cuenta que al instante se acabó la “grita y vocerío” demostrándose así “la obediencia, temor y respeto que los indios tenían a sus incas y señores”.
A los funerales del Sapa Inca realizados en la Catedral del Cusco asistió el virrey Toledo vestido de luto. El cuerpo fue enterrado en la Iglesia de Santo Domingo, pero la cabeza fue exhibida algunos días en una picota de la Plaza de Armas. Los indios aprovecharon para venerarla hasta que una noche la testa desapareció. Entonces nació el Mito de Inkarri. Muchos indios quisieron creer que la cabeza del Rey Inca seguía con vida y que oculta en algún lugar del Cusco regeneraría todo su cuerpo para algún día retornar y restaurar su reino. Aún hoy en algunos lugares del Perú se le sigue esperando.