Dibujo: Miguel Ángel Yzaguirre.
La batalla de Lima
(Continuación)
Los escuadrones incas de la vanguardia peleaban con ferocidad y destreza con sus porras y lanzas, pero eran diezmados por los infantes y caballeros que los herían y mataban sin piedad alguna. En todas las calles cercanas a la Plaza de Armas se luchaba sin descanso, con ferocidad y rabia por ambos lados. El fuego y hierro de los españoles arrasaban con muchos aucarunas. Los escuadrones de caballería hacían demasiado daño en los guerreros indígenas, que no dejaban de pelear con ánimo invencible.
La batalla era más cruel y feroz que nunca, y Quizu Yupanqui luchaba a pocos metros de la casa de Pizarro, cuando un escuadrón de 60 jinetes arremetió contra el batallón indígena que lo rodeaba. En esta violentísima embestida murieron muchos nobles capitanes rebeldes. En ese decisivo momento uno de los caballeros llamado Pedro Martín de Sicilia se acercó temerariamente al general incaico y le incrustó su lanza en el pecho, haciéndole caer sobre los demás guerreros que yacían desangrados.
La muerte del gran apuquispay llenó de júbilo a Francisco Pizarro y sus soldados. Fue un golpe muy duro para los atacantes. La irreparable pérdida hizo que las tropas rebeldes se replegaran hacia el cerro San Cristóbal. Cuando curaban sus herídas y reponían fuerzas para una segunda ofensiva, se enteraron de la llegada de centenares de refuerzos cristianos y de los indomables chachapoyas para la defensa de Lima.
Los capitanes cusqueños Illa Túpac, Puyu Vilca, Páucar Waman y Yamki Yupanqui acordaron la retirada rumbo a la sierra central, por las rutas de Canta y Huarochirí. En las alturas andinas tendrán nuevas oportunidades para cubrirse gloria, como Quizu Yupanqui.
Estatua de Francisco Pizarro en el Parque de la Muralla (Centro de Lima).
Foto: Arturo Gómez.
Foto: Arturo Gómez.