Túpac Amaru II. Dibujo: Germán Zecenarro. |
La batalla de Sangarará
El 12 de noviembre de 1780 llegó al Cusco la noticia de la rebelión de Túpac Amaru II en Tungasuca. Inmediatamente los realistas organizaron un ejército de 2000 hombres al mando del corregidor de Quispicanchis Fernando de Cabrera. El batallón de indios fue encabezado por el cacique Pedro Sawaraura. El día 14 estas tropas enrumbaron al sur confiadas en una fácil victoria. No sabían que Túpac Amaru había salido de Tungasuca con 6000 hombres.
En la mañana del 17 de noviembre, cuando Cabrera pasaba por Urcos recibió una orden de la Junta de Guerra del Cusco: debía detenerse para esperar refuerzos. El corregidor desobedeció y avanzó a toda marcha llegando el mismo día a Sangarará. Ya era noche y los realistas acampaban en la plaza cuando se enteraron de la proximidad de las fuerzas tupacamaristas. El corregidor Cabrera ordenó atrincherarse en la Iglesia para resistir hasta que lleguen los refuerzos.
En la madrugada del 18 de noviembre de 1780 las fuerzas de Túpac Amaru II rodearon la plaza de Sangarará. El Inca ofreció respetar la vida de los realistas si se entregaban, pero Cabrera rechazó cualquier acuerdo que implique su rendición. Hubo mestizos que intentaron escapar de la iglesia, pero fueron acribillados por orden del corregidor.
Al rayar el alba una pedrada dirigida contra Túpac Amaru inició la sangrienta batalla. Lluvias de piedras y fuego graneado de fusilería caía sobre los combatientes de ambos bandos. Los sitiados ya llevaban la peor parte cuando estalló el polvorín que tenían en la iglesia. Se desplomaron el techo y una de las paredes. Un terrible incendio envolvió a muchos realistas causando gran mortandad en el templo. Entre los setecientos realistas caídos estaban el corregidor Cabrera, el gobernador Tiburcio Landa y el cacique Pedro Sawaraura. De los rebeldes murieron menos de veinte.
Al terminar la batalla el Inca respetó la vida de los prisioneros, mandó curar a los heridos y ordenó la reconstrucción de la iglesia de Sangarará. Continúa aquí >>
En la mañana del 17 de noviembre, cuando Cabrera pasaba por Urcos recibió una orden de la Junta de Guerra del Cusco: debía detenerse para esperar refuerzos. El corregidor desobedeció y avanzó a toda marcha llegando el mismo día a Sangarará. Ya era noche y los realistas acampaban en la plaza cuando se enteraron de la proximidad de las fuerzas tupacamaristas. El corregidor Cabrera ordenó atrincherarse en la Iglesia para resistir hasta que lleguen los refuerzos.
En la madrugada del 18 de noviembre de 1780 las fuerzas de Túpac Amaru II rodearon la plaza de Sangarará. El Inca ofreció respetar la vida de los realistas si se entregaban, pero Cabrera rechazó cualquier acuerdo que implique su rendición. Hubo mestizos que intentaron escapar de la iglesia, pero fueron acribillados por orden del corregidor.
Al rayar el alba una pedrada dirigida contra Túpac Amaru inició la sangrienta batalla. Lluvias de piedras y fuego graneado de fusilería caía sobre los combatientes de ambos bandos. Los sitiados ya llevaban la peor parte cuando estalló el polvorín que tenían en la iglesia. Se desplomaron el techo y una de las paredes. Un terrible incendio envolvió a muchos realistas causando gran mortandad en el templo. Entre los setecientos realistas caídos estaban el corregidor Cabrera, el gobernador Tiburcio Landa y el cacique Pedro Sawaraura. De los rebeldes murieron menos de veinte.
Al terminar la batalla el Inca respetó la vida de los prisioneros, mandó curar a los heridos y ordenó la reconstrucción de la iglesia de Sangarará. Continúa aquí >>