En 1530, el auqui o príncipe Atahualpa se sublevó contra su hermano, el Sapa Inca Huáscar, creyéndose con más aptitud y derecho para ceñirse la mascaypacha o borla imperial, y contando con el apoyo de muchos nobles y generales afincados en Tumibamba (cerca de Quito) desde el reinado de Túpac Yupanqui y Huayna Cápac.
Declarada la guerra, Huáscar envió al frente de sus tropas al apuquispay o general Atoc, quien avanzó rápidamente al norte y ganó la batalla de Mocha, pero fue derrotado, capturado y decapitado en Ambato. Su cráneo fue revestido de oro y utilizado como vaso trofeo por Atahualpa. El Sapa Inca envió un nuevo ejército encabezado por Huanca Auqui quien fue derrotado en Tumibamba y Mullituro. El príncipe rebelde, Atahualpa, contaba con decenas de miles de soldados veteranos de las campañas del norte y con experimentados generales que le permitieron avanzar hasta Huamachuco. Desde allí envió a Quisquis y Calcuchímac para la campaña final en el centro y sur, con el objetivo de destruir a los huascaristas y tomar el Cusco.
Ante la grave emergencia el mismo Huáscar asumió la dirección personal de sus tropas y logró victorias como las de Tahuaray y Cotabambas, sin embargo perdió la decisiva batalla de Chontacaxas; más aún, fue tumbado de su litera y tomado prisionero por el bravo general Quisquis (1532). Los vencedores ingresaron al Cusco y dieron horrible muerte los partidarios y familiares de Huascar, incluyendo mujeres embarazadas y niños que fueron colgados desnudos y desviscerados en su presencia.
Huáscar fue humillado, torturado y llevado semidesnudo rumbo a Cajamarca, ciudad a la que no llegó, pues fue degollado en Andamarca (tierra de los lucanas, en Ayacucho) y sus restos arrojados al río Negromayo (1533). Fue Atahualpa, quien ya era prisionero de los españoles, quien ordenó su muerte, temeroso de que Francisco Pizarro lo libere y devuelva el poder.
Declarada la guerra, Huáscar envió al frente de sus tropas al apuquispay o general Atoc, quien avanzó rápidamente al norte y ganó la batalla de Mocha, pero fue derrotado, capturado y decapitado en Ambato. Su cráneo fue revestido de oro y utilizado como vaso trofeo por Atahualpa. El Sapa Inca envió un nuevo ejército encabezado por Huanca Auqui quien fue derrotado en Tumibamba y Mullituro. El príncipe rebelde, Atahualpa, contaba con decenas de miles de soldados veteranos de las campañas del norte y con experimentados generales que le permitieron avanzar hasta Huamachuco. Desde allí envió a Quisquis y Calcuchímac para la campaña final en el centro y sur, con el objetivo de destruir a los huascaristas y tomar el Cusco.
Ante la grave emergencia el mismo Huáscar asumió la dirección personal de sus tropas y logró victorias como las de Tahuaray y Cotabambas, sin embargo perdió la decisiva batalla de Chontacaxas; más aún, fue tumbado de su litera y tomado prisionero por el bravo general Quisquis (1532). Los vencedores ingresaron al Cusco y dieron horrible muerte los partidarios y familiares de Huascar, incluyendo mujeres embarazadas y niños que fueron colgados desnudos y desviscerados en su presencia.
Huáscar fue humillado, torturado y llevado semidesnudo rumbo a Cajamarca, ciudad a la que no llegó, pues fue degollado en Andamarca (tierra de los lucanas, en Ayacucho) y sus restos arrojados al río Negromayo (1533). Fue Atahualpa, quien ya era prisionero de los españoles, quien ordenó su muerte, temeroso de que Francisco Pizarro lo libere y devuelva el poder.