Diego de Almagro provocó una sanguinaria guerra por el control del Cusco. Dibujo: Michael Cheritto
La batalla de las Salinas
La batalla de las Salinas
Diego de Almagro y "los de Chile" tomaron el Cusco violentamente la noche del 8 de abril de 1537. Entre sus principales rivales capturados estaba Hernando Pizarro. Según los almagristas la Ciudad Imperial quedaba dentro de los límites de Nueva Toledo y solo estaban tomando lo que les pertenece.
Por medio de algunos plenipotenciarios se logró que Francisco Pizarro y Diego de Almagro nombren como arbitro al mercedario Francisco de Bobadilla, el mismo que al estudiar el caso dio su veredicto a favor de los pizarristas. Almagro rechazó el fallo y en una nueva negociación logró que Francisco Pizarro le ceda el Cusco hasta que el Emperador Carlos V decida a quien de los dos le corresponde. Pero cometió un grave error: dejó en libertad a Hernando Pizarro.
Apenas liberado, el rencoroso Hernando Pizarro convenció a su hermano para que le permita dirigir un poderoso ejército con el cual pueda recuperar el Cusco. Entonces los pizarristas emprendieron la veloz marcha hasta que se encontraron con el ejército almagrista en Cachipampa, a media legua de la preciada ciudad.
El sábado 6 de abril de 1538 ambas fuerzas se enfrentaron encarnizadamente en el campo de Las Salinas. Diego de Almagro no pudo combatir por estar enfermo; le encargó su ejército al Mariscal Rodrigo de Orgóñez, enemigo mortal de Hernando Pizarro. El choque fue tan cruento y sanguinario que parecían odiarse desde siempre. Las posiciones estaban parejas hasta que un capitán almagrista llamado Francisco Hurtado y su batallón se pasaron al bando pizarrista con el pretexto de acogerse al verdadero bando del Rey. Poco después, Orgóñez cayó prisionero y fue degollado. Los de Chile, desmoralizados, emprendieron la retirada.
Diego de Almagro, que había visto la batalla desde un cerro cercano, fugó rumbo al Cusco, donde el mismo día fue capturado y encarcelado. El viejo y enfermo conquistador estaba muy deprimido y, lo peor de todo, en manos de su más feroz enemigo: Hernando Pizarro.
Por medio de algunos plenipotenciarios se logró que Francisco Pizarro y Diego de Almagro nombren como arbitro al mercedario Francisco de Bobadilla, el mismo que al estudiar el caso dio su veredicto a favor de los pizarristas. Almagro rechazó el fallo y en una nueva negociación logró que Francisco Pizarro le ceda el Cusco hasta que el Emperador Carlos V decida a quien de los dos le corresponde. Pero cometió un grave error: dejó en libertad a Hernando Pizarro.
Apenas liberado, el rencoroso Hernando Pizarro convenció a su hermano para que le permita dirigir un poderoso ejército con el cual pueda recuperar el Cusco. Entonces los pizarristas emprendieron la veloz marcha hasta que se encontraron con el ejército almagrista en Cachipampa, a media legua de la preciada ciudad.
El sábado 6 de abril de 1538 ambas fuerzas se enfrentaron encarnizadamente en el campo de Las Salinas. Diego de Almagro no pudo combatir por estar enfermo; le encargó su ejército al Mariscal Rodrigo de Orgóñez, enemigo mortal de Hernando Pizarro. El choque fue tan cruento y sanguinario que parecían odiarse desde siempre. Las posiciones estaban parejas hasta que un capitán almagrista llamado Francisco Hurtado y su batallón se pasaron al bando pizarrista con el pretexto de acogerse al verdadero bando del Rey. Poco después, Orgóñez cayó prisionero y fue degollado. Los de Chile, desmoralizados, emprendieron la retirada.
Diego de Almagro, que había visto la batalla desde un cerro cercano, fugó rumbo al Cusco, donde el mismo día fue capturado y encarcelado. El viejo y enfermo conquistador estaba muy deprimido y, lo peor de todo, en manos de su más feroz enemigo: Hernando Pizarro.