Los defectos de Julio
Por José Borja E.
Una máxima popular sostiene que nada ni nadie es perfecto y, valgan verdades, es una ley universal: “Vox Populi, Vox Dei”. Julio, entonces, no es perfecto, a pesar de que es halagado, idolatrado, festejado e, incluso, cada 28 se convierte en un dios llamado don José de San Martín.
La verdad es que Julio no me cae mal; sin embargo, redactaría mi carta de sentencia al averno si no desempolvo las figuras tenues y casi irreconocibles de decenas y centenas de “paisanos” de antaño que lucharon y dieron sus vidas para liberarse y liberarnos del dominio español; incluso, igual o más que Julio.
La Real Academia de la Lengua Española señala que “paisano” es “la persona que ha nacido en el mismo lugar que otra” y, en otra acepción, “la persona que vive y trabaja en el campo”; por lo tanto, en el proceso de independencia del dominio español participaron antes, con y después de Julio, miles de paisanos, compatriotas que lucharon, consiguieron triunfos y dieron su vida por un Perú libre. Pero el premio que recibieron fue el olvido y la difamación, la calumnia y el desdén, el menosprecio y el anonimato.
Sin negar su influencia, no fue el conocimiento enciclopedista e ilustrado de Rousseau y Montesquieau los que determinaron la independencia; fueron las insinuaciones rebeldes de Vizcardo, las clases de Rodríguez de Mendoza, las tertulias secretas del sastre limeño Miguel de Montiel y las grandes guerras contra los godos borbones que protagonizaron Zela, Crespo y Castillo, los hermanos Ángulo, Mariano Melgar y, para no ser mezquino e injusto, la decisiva intervención del ídolo del dictador Hugo Chávez, don Simón Bolívar y sus grandes generales, como Sucre, Córdoba y Lara.
Julio, lastimosamente, nos dejó escorias tradicionalistas, que lo ensalzaron a él y a San Martín, que, no negaremos, intentó liberarnos. Escorias son porque olvidaron o no quisieron recordar a las masas de indígenas, mestizos, mulatos, zambos y negros que lucharon por nuestra libertad y que fueron dirigidos por grandes patriotas injustamente criticados y olvidados por las plumas inicuas.
La independencia se consiguió con la sangre derramada de más de 28 héroes entre hombres y mujeres de todas las razas, como fueron José Gabriel Condorcanqui, Micaela Bastidas, Andrés Túpac Amaru, Gregoria Apaza, Túpac Katari, Bartolina Sisa, Diego Crisóbal Túpac Amaru, Manuela Tito Condori, Juan Santos Atahualpa, Mateo Asia, Rosa Arce, Tomasa Silvestre, Marcelino Carreño, María Parado de Bellido, las hermanas Toledo, Tomasa Tito Condemayta, Bernarda Tambowacso, María Esquivel, Catalina Huancachoque, Feliciana Sancho, Agustina Serna, Antonio Oblitas, Antonio Gatica y Cayetano Quiroz, entre muchos otros.
Nadie es perfecto, y tampoco lo es Julio; sin embargo, cada 28 de julio, millones de compatriotas, en el país y fuera de él, nos sentimos más peruanos e hijos del Sol que el día a día, compartiendo ese defecto de olvidar a los que se pretende olvidar sin reflexionar y analizar su gran esfuerzo divino de dar la vida y heredarnos un país libre e independiente de la tiranía hispánica-borbóna. Amen.
Una máxima popular sostiene que nada ni nadie es perfecto y, valgan verdades, es una ley universal: “Vox Populi, Vox Dei”. Julio, entonces, no es perfecto, a pesar de que es halagado, idolatrado, festejado e, incluso, cada 28 se convierte en un dios llamado don José de San Martín.
La verdad es que Julio no me cae mal; sin embargo, redactaría mi carta de sentencia al averno si no desempolvo las figuras tenues y casi irreconocibles de decenas y centenas de “paisanos” de antaño que lucharon y dieron sus vidas para liberarse y liberarnos del dominio español; incluso, igual o más que Julio.
La Real Academia de la Lengua Española señala que “paisano” es “la persona que ha nacido en el mismo lugar que otra” y, en otra acepción, “la persona que vive y trabaja en el campo”; por lo tanto, en el proceso de independencia del dominio español participaron antes, con y después de Julio, miles de paisanos, compatriotas que lucharon, consiguieron triunfos y dieron su vida por un Perú libre. Pero el premio que recibieron fue el olvido y la difamación, la calumnia y el desdén, el menosprecio y el anonimato.
Sin negar su influencia, no fue el conocimiento enciclopedista e ilustrado de Rousseau y Montesquieau los que determinaron la independencia; fueron las insinuaciones rebeldes de Vizcardo, las clases de Rodríguez de Mendoza, las tertulias secretas del sastre limeño Miguel de Montiel y las grandes guerras contra los godos borbones que protagonizaron Zela, Crespo y Castillo, los hermanos Ángulo, Mariano Melgar y, para no ser mezquino e injusto, la decisiva intervención del ídolo del dictador Hugo Chávez, don Simón Bolívar y sus grandes generales, como Sucre, Córdoba y Lara.
Julio, lastimosamente, nos dejó escorias tradicionalistas, que lo ensalzaron a él y a San Martín, que, no negaremos, intentó liberarnos. Escorias son porque olvidaron o no quisieron recordar a las masas de indígenas, mestizos, mulatos, zambos y negros que lucharon por nuestra libertad y que fueron dirigidos por grandes patriotas injustamente criticados y olvidados por las plumas inicuas.
La independencia se consiguió con la sangre derramada de más de 28 héroes entre hombres y mujeres de todas las razas, como fueron José Gabriel Condorcanqui, Micaela Bastidas, Andrés Túpac Amaru, Gregoria Apaza, Túpac Katari, Bartolina Sisa, Diego Crisóbal Túpac Amaru, Manuela Tito Condori, Juan Santos Atahualpa, Mateo Asia, Rosa Arce, Tomasa Silvestre, Marcelino Carreño, María Parado de Bellido, las hermanas Toledo, Tomasa Tito Condemayta, Bernarda Tambowacso, María Esquivel, Catalina Huancachoque, Feliciana Sancho, Agustina Serna, Antonio Oblitas, Antonio Gatica y Cayetano Quiroz, entre muchos otros.
Nadie es perfecto, y tampoco lo es Julio; sin embargo, cada 28 de julio, millones de compatriotas, en el país y fuera de él, nos sentimos más peruanos e hijos del Sol que el día a día, compartiendo ese defecto de olvidar a los que se pretende olvidar sin reflexionar y analizar su gran esfuerzo divino de dar la vida y heredarnos un país libre e independiente de la tiranía hispánica-borbóna. Amen.