El último sábado, Alan García Pérez declaró a The Washington Post: "Nosotros tuvimos un presidente llamado Nicolás de Piérola, que realizó un primer gobierno desastroso justo en medio de una terrible guerra con Chile, y debió huir del país. Pero 20 años después regresó y encabezó el que se ha reconocido como uno de los mejores gobiernos de nuestra historia. Espero que el de Alan García sea recordado como el segundo gobierno de Piérola." (La República: 11-06-2006)
Antes de la primera vuelta, un colega simpatizante del APRA me había advertido las semejanzas entre García y Piérola. Recuerdo que nos anunció su voto por el líder aprista confiando en que sea un "nuevo Piérola" que tuvo un "malísimo primer gobierno" (1879-1881) y "se reivindicó en su segunda oportunidad" (1895-1899).
En verdad el parangón es inevitable. Ambos presidentes iniciaron su primer gobierno en un contexto de déficit fiscal, agobiante deuda externa y en medio de infaustas guerras que desangraron y empobrecieron aún más al país: Piérola, durante la guerra con Chile; García, en la guerra contra Sendero Luminoso y el MRTA. Asimismo, ambos jefes de estado empeoraron la situación con sus políticas personalistas y errados manejos económicos.
Ahora, si bien es cierto que el segundo mandato de Piérola se caracterizó por una bonanza económica y la estabilidad política, esto no es gran mérito suyo ni de su Partido Demócrata. El caudillo arequipeño inició su segundo gobierno cuando la exportación de materias primas se diversificó (caucho, cobre, petróleo, azúcar, algodón y lana), y se multiplicó con altísimos precios en el mercado internacional. Este auge favoreció en realidad a una renovada oligarquía peruana asociada al gran capital financiero inglés. Piérola hizo poco a favor de los sectores popuares, incluso varias de sus medidas (el Estanco de la Sal, por ejemplo) provocaron diversas rebeliones en la sierra sur del país (sobretodo en Ayacucho) . Una vez más el crecimiento macroeconómico del país solo favoreció al Perú oficial, postergándose las esperanzas del Perú real. Los historiadores consideran al segundo periodo pierolista como el inicio de la República Aristocrática u Oligárquica, que caracterizó las primeras décadas del siglo XX.
El señor García Pérez debe repasar mejor nuestra historia. Cree que el segundo gobierno pierolista es "uno de los mejores de la historia", pero esto fue así solo para la oligarquía agroexportadora, la burguesía limeña, el capital imperialista y el gamonalismo serrano: el Perú oficial. No para las grandes mayorías populares (comunidades indígenas, yanaconas y proletariado urbano y rural), a las que Piérola decepcionó en sus dos gobiernos.
García sabe de la responsabilidad histórica que tiene ante el país. Recibe el país con cifras macroeconómicas positivas, alentadas por el despegue exportador. Su régimen debe impulsar el desarrollo socio económico y cultural de la clase media y los pobres del Perú; no solo de los grupos de poder, como en el segundo gobierno de Piérola. Que después de García no venga una nueva República Aristocrática, sino una república cada vez más democrática. Si él y su partido contribuyen a ello, entonces sí podrán reclamar el "perfume perenne de la historia".