Pizarro y sus hombres explorando la selva tropical colombiana.
Dibujo: Jorge Salazar.
El Primer Viaje de Francisco Pizarro
Dibujo: Jorge Salazar.
El Primer Viaje de Francisco Pizarro
Texto: Freddy Gómez
El 14 de noviembre de 1524 Francisco Pizarro y 112 hombres zarparon del puerto de Panamá a bordo de un navío llamado Santiago. Un segundo barquichuelo de nombre San Cristóbal estaba en reparaciones para partir próximamente al mando de Diego de Almagro. Pizarro pasó por la isla Taboga y enrumbó hacia el Archipiélago de las Perlas, desembarcando en la isla de Terarequí. Aquí se aprovisionó de comida, agua y leña, y esperó vientos favorables para navegar hacia el sureste. Su primer objetivo era conquistar y saquear las tierras del cacique Birú, exploradas por Pascual de Andagoya dos años antes.
El 13 de diciembre, el capitán trujillano levó anclas dirigiéndose al sur de la Punta de Garachine. Desembarcó en Puerto Piñas y llevó a sus soldados a explorar el interior, encontrando solo montañas y chozas abandonadas. Embarcados nuevamente, prosiguieron hacia el sur hasta detenerse en Puerto Deseado, donde buscaron algún pueblo con comida, para pasar la noche navideña, pero no lo hallaron. Navegando más al sur pasaron la Navidad a bordo, compartiendo las escasas provisiones que quedaban. Los últimos días del año tuvieron que enfrentar las tempestades que hacía zarandear la frágil nave. Y empezó a cundir el miedo entre los soldados, que contemplaban los elevados y tupidos manglares colombianos, lleno de insectos, boas y caimanes.
Cuando por fin encontraron una playa, Francisco Pizarro ordenó el descenso para buscar comida. Para su desdicha, las aldeas de indios que encontraban estaban abandonadas y sin alimentos. Los españoles tuvieron que comer yerbas y frutas desconocidas. Muchos se maldecían por haber salido de Panamá creyendo en Pizarro. Muy preocupado, éste ordenó a Hernando de Montenegro que lleve el barco al Archipiélago de las Perlas y regrese con bastimentos lo más pronto posible. Veintitres días demoró Montenegro. Mientras tanto, en el campamento de Puerto de Hambre, Pizarro vio morir a veintisiete de sus hombres, unos por la malaria y otros por inanición. A los sobrevivientes los alentaba recordándoles lo ricos que iban a ser y les narraba historias de españoles que encontraron fabulosos tesoros después de muchos peligros y sufrimientos. Continúa aquí >>
El 13 de diciembre, el capitán trujillano levó anclas dirigiéndose al sur de la Punta de Garachine. Desembarcó en Puerto Piñas y llevó a sus soldados a explorar el interior, encontrando solo montañas y chozas abandonadas. Embarcados nuevamente, prosiguieron hacia el sur hasta detenerse en Puerto Deseado, donde buscaron algún pueblo con comida, para pasar la noche navideña, pero no lo hallaron. Navegando más al sur pasaron la Navidad a bordo, compartiendo las escasas provisiones que quedaban. Los últimos días del año tuvieron que enfrentar las tempestades que hacía zarandear la frágil nave. Y empezó a cundir el miedo entre los soldados, que contemplaban los elevados y tupidos manglares colombianos, lleno de insectos, boas y caimanes.
Cuando por fin encontraron una playa, Francisco Pizarro ordenó el descenso para buscar comida. Para su desdicha, las aldeas de indios que encontraban estaban abandonadas y sin alimentos. Los españoles tuvieron que comer yerbas y frutas desconocidas. Muchos se maldecían por haber salido de Panamá creyendo en Pizarro. Muy preocupado, éste ordenó a Hernando de Montenegro que lleve el barco al Archipiélago de las Perlas y regrese con bastimentos lo más pronto posible. Veintitres días demoró Montenegro. Mientras tanto, en el campamento de Puerto de Hambre, Pizarro vio morir a veintisiete de sus hombres, unos por la malaria y otros por inanición. A los sobrevivientes los alentaba recordándoles lo ricos que iban a ser y les narraba historias de españoles que encontraron fabulosos tesoros después de muchos peligros y sufrimientos. Continúa aquí >>