Machu Picchu fue construido en el reinado de Pachacútec (siglo XV). Foto: Paul St John (Flickr).
A propósito de la inminente llegada del primer lote de piezas de Machu Picchu que entre 1912 y 1916 se llevó Hiram Bingham a Estados Unidos, el historiador Teodoro Hampe Martínez nos explica el inicio del problema y los primeros reclamos hechos por el Perú para la devolución del importante material arqueológico. La Universidad de Yale pretendía quedarse con los hallazgos de Bingham en Machu Picchu, pero hace poco aceptó devolverlas. Este miércoles 30 de marzo los objetos incaicos llegarán a Lima y serán exhibidos en el Palacio de Gobierno durante siete días.
Piezas de Machu Picchu. Foto: AFP/Terra
La reclamación de piezas incas a Yale
Se puede decir que esta farragosa cuestión arranca el 19 de marzo de 1914, con la firma de un memorándum de entendimiento para llevar a cabo una expedición científica bajo la dirección del profesor Hiram Bingham, particularmente en los departamentos peruanos del Cusco y Apurímac, incluyendo estudios de topografía, botánica, zoología, antropología y arqueología. Por dicho convenio la National Geographic Society (NGS), de Washington, se comprometía a brindar un aporte de 20.000 dólares y todo el instrumental topográfico necesario. Mientras tanto, el aporte del personal calificado correría a cargo de la Universidad de Yale.
Se sabe que los expedicionarios dirigidos por Bingham establecieron su campamento cerca de Ollantaytambo, en una casa denominada Yanquihuasi. Desde este lugar Bingham escribía despachos al director de la NGS, Gilbert H. Grosvenor, detallando pormenores de su trabajo de investigación en el Valle Sagrado de los Incas y señalando las dificultades monetarias que habían sobrevenido a causa de la primera guerra mundial. También expresaba su convicción de que Machu Picchu correspondía al refugio inca de Vilcabamba.
En los archivos de Washington se encuentra un breve sumario de la Expedición Peruana de 1914-15, que hace referencia a los diversos estudios realizados. Este documento, fechado el 31 de enero de 1916, señala que la planeada excavación en las ruinas de Ollantaytambo se frustró debido a la interferencia del Instituto Histórico del Cusco (véase mi artículo "El Cusco contra Hiram Bingham", El Comercio, 30/12/2008). El punto neurálgico de la cuestión se halla en la resolución suprema del 27 de enero de 1916, emanada del Ministerio de Instrucción, que autorizaba a Elwood C. Erdis (subdirector de la expedición norteamericana) a transportar 74 cajones con objetos arqueológicos ―huesos, fragmentos de cerámica, ollas, etc.― hacia Estados Unidos, para que fueran estudiados en un plazo de 18 meses por los científicos de Yale y la National Geographic Society. Las cartas suscritas de su puño y letra por Bingham no admiten dudas sobre la plena conciencia que este tenía de los alcances de dicha resolución. En dichas misivas intercambia opiniones con Grosvenor acerca del modo de proceder en la investigación y la eventual devolución de aquellas piezas a su lugar de origen.
Pero el término de 18 meses fijado para el 27 de julio de 1917 venció sin que se conociera en el Perú ninguna novedad acerca de la devolución establecida. Entonces se inicia la ofensiva diplomática a través del ministro peruano en Washington, Manuel de Freyre Santander. Para calmar la situación, Grosvenor se dirigía a este con fecha 23 de noviembre de 1918, asegurando que todos los cajones con objetos arqueológicos se encontraban bien preservados en New Haven y explicando que Bingham se había retrasado en las tareas de investigación por haber estado sirviendo como coronel del ejército norteamericano en Francia.
Meses más adelante, ya instalado el gobierno de Leguía, proseguirá la ofensiva diplomática a través de Eduardo Higginson, cónsul general del Perú en Nueva York. Este solicitaba la devolución de las piezas originales y duplicadas remitidas a Yale, así como el envío de copias de los estudios e informaciones adquiridas por la expedición norteamericana. Es entonces que aparece una nueva dimensión en el entredicho, al señalar Bingham a los directivos de la NGS (en carta del 1 de noviembre de 1920) el "escaso valor museable" que tenían las piezas de Machu Picchu, por tratarse mayormente de fragmentos de cerámica y algunos restos óseos. Pese a esta aseveración, la Universidad de Yale solicitó al gobierno peruano una prórroga para culminar los trabajos de investigación y proceder a la devolución de las piezas incas. El 4 de diciembre de 1920, mediante resolución suprema Nº 2169, la Dirección General de Instrucción Pública prorrogó hasta el 1 de enero de 1922 el plazo para la definitiva restitución de los objetos seleccionados por la expedición científica de Yale. Esto quiere decir, pues, que aunque estamos cercanos a conmemorar el centenario del llamado "descubrimiento" de Bingham, son en realidad 88 los años que han pasado sin que la afamada casa de estudios de Connecticut se haya servido cumplir los términos bajo los cuales se llevó a cabo el préstamo de dichos objetos.
Todos los documentos que hemos citado aquí obran en el expediente de la demanda interpuesta por la República del Perú contra la Universidad de Yale, en diciembre de 2008, exigiendo la restitución de una propiedad obtenida ilícita y fraudulentamente. No hay prescripción que valga en este caso, ni por razones legales, ni por convicción ética. Las piezas del patrimonio cultural de Machu Picchu deben ser devueltas al lugar donde fueron elaboradas y utilizadas por nuestros moradores autóctonos, hace cientos de años.