22 oct 2010

CRISTÓBAL COLÓN EN CUBA

Estatua de Cristóbal Colón en el Museo de La Habana.
Foto: Jorge Gálvez (Flickr).

Cristóbal Colón en Cuba
Texto: Freddy Gómez

En la tarde del 27 octubre de 1492 Cristóbal Colón y los españoles desembarcaron en la isla que los aborígenes llamaban Cuba. El Almirante la llamó “Juana” en honor a la hija de los Reyes Católicos y creyó que era una península asiática cercana a Quinsay, en los dominios del Gran Kan (descendiente de Kublai Kan, el emperador mongol que acogió a Marco Polo en el siglo XIII).

Algunos indígenas le contaron que tierra adentro estaba Cubanacán, una región con abundante oro. Para comprobarlo envió al intérprete Luis de Torres y al marinero Rodrigo de Jerez, pero los comisionados no encontraron riquezas, solo aldeas pobladas por nativos semidesnudos. Decepcionado, Colón abandonó Cuba el 13 de noviembre rumbo al noreste, hacia una isla que los taínos llamaban Babeque (Gran Inagua, en las Bahamas), y que según decían tenía abundantes perlas y oro.

Los españoles solo encontraban islotes y arrecifes, cuando en medio de una tormenta desapareció la carabela la “Pinta” (21 de noviembre). Al parecer, Martín Alonso Pinzón aprovechó la ocasión para buscar los tesoros de Babeque por su cuenta. Entonces, con las naves que le quedaban, Cristóbal Colón se dirigió al sureste, rumbo a una gran isla que los indígenas llamaban Bohío. Continúa aquí >>

18 oct 2010

CRISTÓBAL COLÓN EN LA ISLA GUANAHANÍ

Europeos y lucayos en la isla Guanahaní, el 12 de octubre de 1492.
Pintura: José Garnelo y Alda.


Cristóbal Colón en la isla Guahananí
Texto: Freddy Gómez

Aquel 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón conoció a los nativos de la isla Guanahaní o “San Salvador”. Ellos se llamaban a sí mismos “lucayos” (isleños) y pertenecían al grupo de los taínos que se extendían por las islas Bahamas, Cuba y Santo Domingo. Un grupo de ellos presenció el desembarco de los españoles y su ceremonia de toma de posesión en nombre de los Reyes Católicos.

Los aborígenes no se imaginaban el trágico destino que les esperaba. Muchos se acercaron con obsequios (papagayos, ovillos de algodón y azagayas) a Cristóbal Colón, quien al verlos tan pacíficos pensó en lo fácil que sería convertirlos al cristianismo. Los barbudos respondieron con gestos amistosos y les entregaron cuentas de vidrio y cascabeles.

En las horas siguientes los españoles exploraron la isla tratando de averiguar si tenía lo que más buscaban: oro y especias. El día 13, Colón estuvo en la nao “Santa María” recibiendo más regalos que los “indios” le llevaban en sus frágiles canoas. Creyendo que era un enviado de los dioses le obsequiaban incluso las laminillas de metal que llevaban por narigueras.

El 14, el Colón ordenó buscar otras tierras más ricas que “San Salvador”. De aquí se llevó a siete muchachos para convertirlos en “lenguas” (traductores). Uno de ellos, bautizado como Diego, aprendió muy rápido el castellano y se convirtió en el intérprete personal del Almirante. Otros dos huyeron, y los demás murieron por causas que se desconocen.

En los días siguientes los europeos descubrieron una pequeña isla a la que Colón llamó “Santa María de la Concepción” (hoy Cayo Rum) y dos mayores bautizadas como “Fernandina” (Log Island) e “Isabela” (Crooked Island). En estas vieron que los nativos usaban camas flotantes (hamacas) y aspiraban el humo del tabaco. Los cristianos no tardaron en imitarlos. Por datos de los isleños el Almirante supo que al suroeste de las Bahamas se situaba la gran isla de Cuba, donde había mucho oro y otras riquezas. Hacia ahí enrumbó Colón, estaba emocionado, creía que se aproximaba a Cipango (Japón) o Catay (China). Continúa aquí >>

14 oct 2010

LA LLEGADA DE CRISTÓBAL COLÓN A AMÉRICA

Cristóbal Colón. Dibujo: Néstor Taylor.

La llegada de Cristóbal Colón a América
Texto: Freddy Gómez

Después de apaciguar a los amotinados Cristóbal Colón dirigió muchas oraciones a la Santísima Trinidad y la Virgen María. Era muy devoto y confiaba bastante en la ayuda divina, ya que el éxito de su empresa traería consigo la evangelización del Lejano Oriente y la ayuda de los conversos en el rescate de la Tierra Santa.

El día 11 de octubre los marineros de la “Pinta” recogieron del mar algunos palos y cañas, notando que uno de ellos parecía estar tallado. Esto alivió y alegró a todos, ya que eran señales de que se aproximaban a tierra. Por la noche, el Almirante convocó a los tripulantes de la Santa María para cantar el Salve Regina (antigua canción a la Virgen María) y les recordó que la Reina Isabel prometió 10 mil maravedíes de renta vitalicia al primero que mire tierra.

A las 10 de la noche del mismo día Colón divisó una luz en el horizonte, e hizo que la vieran Pedro Gutiérrez, Rodrigo Sánchez de Segovia y Pedro Salcedo. Parecía una “candelilla de cera que subía y bajaba”. En la “Santa María” ya todos celebraban cuando a las 2 de la madrugada del viernes 12 de octubre de 1492 el marinero Rodrigo de Triana, desde la proa de la “Pinta” gritó ¡Tierra, tierra!. Había avistado una colina iluminada parcialmente por la luz de la luna. Para su mala suerte, el premio de 10 mil maravedíes lo reclamó y cobró Cristóbal Colón.

Al llegar el alba las tres embarcaciones se acercaban a las playas de una paradisiaca isla de las Bahamas y arriaban sus velas. Cristóbal Colón y su séquito se embarcaron en un batel (lancha) llevando una bandera y dos estandartes reales. Cuando se acercaban los alcanzaron los bateles de los hermanos Pinzón. Al llegar a la orilla el Almirante saltó a la playa, se arrodilló en el suelo y beso su arena. Muchos de los marineros hacían lo mismo cuando Colón plantó el pendón de Castilla en la hermosa isla que los nativos llamaban Guanahaní, y que el genovés bautizó como San Salvador. Continúa aquí >>