7 jul 2010

LA CAPTURA DEL INCA ATAHUALPA (2)

Dibujo: Miguel A. Yzaguirre.

La Captura del Inca Atahualpa

Texto: Freddy Gómez (Continuación)

Recién en la tarde del 16 de noviembre de 1532 el Sapa Inca Atahualpa ingresó a la Plaza de Cajamarca, cargado por decenas de indios lucanas. Lo rodeaban 200 guerreros y muchos parientes y curacas invitados. La plaza se llenó con una multitud de curiosos de las comarcas más cercanas. Al no ver a ningún español, preguntó por ellos y un capitán le respondió que estaban escondidos muy asustados. En ese momento Francisco Pizarro envió al fraile Vicente Valverde, acompañado del indio Martinillo, para leerle el "Requerimiento" al Sapa Inca.

Al escuchar que debía someterse a un Emperador que no conocía y adorar al hombre blanco de la cruz que le mostraba el sacerdote extranjero, Atahualpa se molestó mucho y preguntó con qué autoridad le decía tales cosas. Entonces el cura dominico le mostró el libro que tenía en la mano y se lo dio al Sapa Inca, quien después de auscultarlo brevemente lo arrojó al suelo exclamando que los barbudos le debían rendir honores y devolver lo que han tomado de sus tierras, de lo contrario los iba a matar. Valverde solo atinó a insultar al monarca incaico dicíendole "indio perro" y corrió pidiendo que salgan los cristianos para castigar "su soberbia".

Cuando Francisco Pizarro vio a Valverde y Martinillo estaban a salvo, le ordenó a Pedro de Candia lanzar el primer cañonazo que retumbó sobre la plaza. Al grito de "Santiago y a ellos" salieron la caballería y la infantería, desatando el terror y la muerte sobre los indios que jamás había visto un ataque semejante.
Mientras la multitud se pisoteaba y asfixiaba, los 200 guerreros del Sapa Inca intentaron contener a la caballería, pero los jinetes hispanos los descuartizaron con sus filudas armas de acero.

En medio del caos Atahualpa contemplaba atónito la masacre. Sus cargueros espantados no sabían por donde emprender la fuga. Los españoles comenzaron a matarlos, acercándose peligrósamente al Sapa Inca. Los últimos guardias, nobles y cargueros que lo cubrían fueron cayendo desangrados. Después de un breve forcejeo, un grupo de infantes encabezados por Francisco Pizarro lograron que Atahualpa cayera de su litera y lo rodearon con sus espadas, arcabuces y ballestas. La matanza continuaba dentro y fuera de la plaza cuando el soldado Miguel de Estete le arrancó la mascaypacha (insignia imperial) al último emperador del Tahuantinsuyo. En ese instante el Sol declinaba en el horizonte. Al mismo tiempo llegaron las tinieblas para millones de habitantes Imperio de los Incas. Continúa aquí >>

6 jul 2010

LA CAPTURA DEL INCA ATAHUALPA

Atahualpa en Cajamarca. 
Dibujo: Miguel A. Yzaguirre.

La Captura del Inca Atahualpa
Texto: Freddy Gómez (Primera Parte)

La noche del 15 al 16 de noviembre de 1532 ningún soldado de Francisco Pizarro durmió en Cajamarca, todos se mantuvieron alertas temiendo un ataque del ejército de Atahualpa.

No sabían que los incas nunca hacían la guerra de noche. El Sapa Inca se fue a dormir instruyendo al general Rumiñahui que acampe con veinte mil hombres en el camino hacia la costa, para atrapar a las barbudos que intentaran escapar de su furia.

Al amanecer del 16 de noviembre Atahualpa estuvo de buen humor, confiando en lo fácil que sería capturar y sacrificar a los extranjeros. Cometió el error de dejar en Pultumarca a casi toda su reserva armada (otros veinte mil soldados), llevando consigo solo a doscientos guerreros con sogas y porras de piedra. Creyó que llevar más soldados era innecesario y significaba que tenía miedo a los intrusos. A media mañana, cuando su impresionante cortejo estuvo listo, el Sapa Inca subió a una litera de oro e inició la marcha hacia Cajamarca.

Lo acompañaron algunos funcionarios de su corte, varios curacas amigos, músicos, danzantes y acróbatas que hacía piruetas en el camino. Avanzaron lentamente, y en el trayecto se unieron al cortejo miles de aldeanos que querían ver cómo el Emperador castigaba a los visitantes y sacrificaba a sus extrañas bestias.

Mientras tanto los españoles esperaban impacientes y nerviosos en sus posiciones. La artillería, al mando de Pedro de Candia, se ubicó en el cerro Rumitiana o Santa Apolonia. En los galpones que daban a la plaza se ocultaba la caballería, dividida en dos escuadrones, al mando de Hernando de Soto y Hernando Pizarro. Los infantes cargaban espadas, ballestas y mosquetes bajo las ordenes de Francisco Pizarro y Juan Pizarro. El fraile dominico Vicente Valverde y el indio Felipillo estaban listos para hablarle al Sapa Inca y hacerle el "Requerimiento"; es decir, invitarle a que se haga cristiano y se someta pacificamente al emperador Carlos V. Si no lo aceptaba, se iniciaría un despiadado ataque que debía terminar con la captura de Atahualpa. Continúa aquí >>

5 jul 2010

LA ENTREVISTA DE CAJAMARCA


La Entrevista de Cajamarca
Texto: Freddy Gómez

Avanzada la tarde del 15 de noviembre de 1532, Francisco Pizarro envió a veinte jinetes encabezados por Hernando de Soto para invitar a Atahualpa a una cena en la ciudad de Cajamarca. En el tambo de Pultumarca, el Sapa Inca demoró en recibir a la embajada hispana. Cuando al fin le dejó ingresar, y escuchaba la invitación de Soto, apareció Hernando Pizarrro con veinte hombres más. Su hermano lo había enviado para reforzar la delegación.

Con mucha majestad, y rodeado de una fastuosa corte, Atahualpa escuchó a Hernando Pizarro y la traducción del indio Martinillo. Entendió que los barbudos eran enviados por un poderoso Emperador, y venían armados para hacer alianza con los incas. El Sapa Inca respondió que le habían informado que tres de ellos fueron muertos en Tumbes y que eran "flojos en cosas de guerra". Hernando Pizarro burlonamente le contestó que, aunque siendo pocos, los españoles podían destruir a cualquier ejército indígena. Atahualpa soltó una carcajada, y ordenó que bellas mujeres sirvieran vasos de chicha a los barbudos. Después de beber, el Sapa Inca dijo que iría a Cajamarca al día siguiente, pero que los extranjeros debían devolver todo lo que habían tomado de sus templos y palacios.

Al terminar la entrevista, Hernando de Soto, imprudentemente, quiso asustar y humillar al Sapa Inca. Hizo caracolear a su caballo y se dirigió a todo galope hacia Atahualpa, deteniéndose a pocos centimetros de su cuerpo. Pero los sorprendidos resultaron ser los hispanos al ver que el rey indígena se mantuvo firme, sin mover ni las pestañas: "ni en el rostro se le notó novedad, antes estuvo con tanta serenidad y buen semblante como si su vida hubiera gastado en domar potros". Sin embargo, cuarenta hombres de la guardia real se habían asustado y retrocieron ante la carga del corcel. Atahualpa mandó decapitarlos. Los cristianos ya se habían retirado, pero al día siguiente encontraron las cabezas colgadas en un patio del tambo de Pultumarca. Continúa aquí >>